lunes, 4 de abril de 2016

Flatland, o la circunferenciatura de la burbuja

Hoy observaremos a la burbuja, una burbuja normal y corriente, atravesar un plano y convertirse en circunferencia. No es que la vayamos a cortar en pedacitos, si no que la veremos desde un punto de vista inusual. Y para ello tenemos que trasladarnos al mundo de Flatland (Planilandia para los castizos).

Hace ya muchos años que oí hablar de este libro, pero cuando realmente me animé a leerlo fue cuando se lo escuché nombrar a Sheldon Cooper. Si no sabes quien es Sheldon te estás perdiendo una de las sitcoms (comedia de situación) más geniales y estimulantes de la historia: The Big Bang Theory (la tontería evolutiva esa).

Volviendo a Flatland, el libro en sí es una demostración matemática de lo limitado de nuestro conocimiento, tomando como conocimiento la capacidad de observar y entender nuestro entorno, o los múltiples entornos posibles en los que podríamos estar metidos sin darnos cuenta. La teoría de Flatland no demuestra que existan otras dimensiones, pero sí que, de existir, no podríamos de ninguna manera ser conscientes de ello. Más aún, las manifestaciones que pudieran tener lugar de esas otras dimensiones en la nuestra (en nuestras tres dimensiones, para ser exactos) darían lugar a fenómenos “misteriosos” e incomprensibles a los que posiblemente llamaríamos “fantasmas”. Y sabiendo que para matar a un fantasma basta con decir su nombre, como ha ocurrido en innumerables ocasiones a lo largo de la historia, por ejemplo, cuando pensábamos que el sol era un dios hasta que aprendimos a observarlo con criterio, vamos a matar a unos cuantos fantasmas hoy.

Para ello nos adentramos en Flatland, que como su propio nombre indica, es un universo de sólo dos dimensiones, es decir que todo ser que habite en él, carece del atributo altura. Estamos ante unos seres que son como manchas de tinta en un papel, y sólo disponen de largo y ancho para definir sus formas. Ese plano en el que habitan (que no tiene por qué ser una hoja de papel en sí misma, sino las delimitaciones de su universo) puede ocurrir que sea atravesado por un ente tridimensional en un momento determinado, ya que el plano aún estando limitado a dos dimensiones puede estar situado en un espacio tridimensional más amplio, desconocido para sus habitantes. Así, nuestra querida burbuja, que por lo que a mi respecta podría ser una pompa de jabón viajando por ese espacio tridimensional, atraviesa el plano y es observada con estupor por nuestros amigos bidimensionales. Lo único que serían capaces de observar desde sus dos dimensiones sería un punto que aparece de la nada, para convertirse inmediatamente en una circunferencia, que comienza a crecer abarcando cada vez más espacio y tras alcanzar su momento álgido, vuelve a decrecer, encogiendo cada vez más hasta convertirse otra vez en un punto que se desvanece en la nada. Estos seres dirían con toda probabilidad que acaban de presenciar un milagro, o que se les apareció un extraterrestre, o darán alguna otra explicación al alcance de su conocimiento limitado. Hasta que un día aparezca en el plano un Einstein capaz de intuir y describir la posibilidad de que el espacio sea flexible y ofrecer entonces una explicación. Pero ningún habitante de Flatland, ni siquiera nuestro mini Einstein será nunca capaz de entender una tercera dimensión a través de sus sentidos. Y por mucha imaginación que le echen, lo único que presenciaron es el paso de una pompa de jabón atravesando su limitado espacio.


Y ahora dime, como te quedas?
"Burbujas de amor"

Son las primeras burbujas de las que quería hablar. Las más importantes. Las pongo en primera posición para hacer notar que por muchas burbujas que vengan después, por muchos temas, trascendentales o desenfadados que se deban tratar, no hay otras burbujas que nos puedan servir mejor, que influyan tanto en nuestras motivaciones y personalidad, como las burbujas de amor. En la vida no hay nada más importante que la poesía y el amor.

Se da la casualidad de que el grandísimo poeta, moderno trovador, Juan Luis Guerra nació en la misma ciudad en la que nacieron los dos amores de mi vida, San Pedro de Macorís, y por supuesto a ellas dos les dedico esta primera entrada, mi Natty, la princesa de mis sueños, y mi pequeña Abbie, la luz de mi vida. Ellas hacen que mi vida tenga sentido.

En la República Dominicana profesan una gran admiración por este cantante tan particular, que se erigió en estandarte de la lucha por la justicia social, en defensor de las inquietudes de la gente común. Basta recordar sus grandes éxitos como “Ojalá que llueva café”, o “El costo de la vida” para hacernos una idea de su compromiso social, aunque lo realmente extraordinario de su obra es su inigualable sentido del humor, que le permite combinar elementos dramáticos y cómico-festivos a partes iguales, alcanzando una perfecta simbiosis entre ambos géneros sin dejar de lado ni por un instante un carácter romántico que todo lo impregna. Porque para él ninguna lucha tiene sentido si no está contagiada de amor, un romanticismo que desde sus vivencias particulares, eleva a la categoría de amor universal, amor por lo bello, por la humanidad entera. Un claro ejemplo de esta magistral combinación de elementos podemos encontrarlo en el tema “Me enamoro de ella”.

La canción más celebrada en su país se llama “El Niágara en bicicleta”. Es la expresión sublime de ese sentido del humor puesto al servicio de una de las mejores descripciones jamás hechas del carácter dominicano, al tiempo que denuncia la dificultad que sufre el ciudadano medio para ser atendido en un hospital público allá en Quisqueya. No puedo sino recomendar al lector que escuche esta obra maestra con atención, una letra que combina la crítica dulce, desentendida de culpabilidades y rencores, casi resignada, pero sin pizca de conformismos o paternalismos, con un ritmo festivo caribeño contagioso, que no puede dejar sino un poso de esperanza en las cualidades del pueblo dominicano. Personalmente, por sus referencias hospitalarias, creo que este tema puede ser considerado la segunda parte, mejorada, del otro gran éxito “La bilirrubina”.

De su etapa más reciente lo más destacable es su conversión al cristianismo, y en RD cuando alguien se convierte al cristianismo su vida comienza a girar en torno al tema religioso. Allí hay muchos artistas que sólo escriben temas cristianos, y tienen mucha audiencia. Hay autobuses, taxis, centros públicos y bares en los que sólo suena música religiosa, aunque no es una música religiosa tal y como la conocemos aquí, sino impregnada de ese ritmo caribeño que tanta alegría imprime a todo lo que hacen.Pienso que en el caso de este talento universal tiene mucho mérito dejar un poco de lado su carrera de fama internacional para dedicarse a esa vocación, y no sólo en la dimensión artística, sino también solidaria. No dejen de escuchar el tema “Las avispas” en el que alaba al Señor, sin dejar en segundo plano ese gran sentido del humor tan suyo e inimitable.

Estoy seguro que a estas alturas algún lector está deseando llevarme la contraria en cuanto al lugar de nacimiento del artista, ya que en todas sus biografías aparece como natural de Santo Domingo, la capital. Al respecto, debo decir que no sólo en San Pedro, sino en todo el país, sus admiradores le consideran Petromacorisano, y la respuesta que obtuve al preguntar por el dato a mi querida Natty es que, bueno ya tu sabes, cuando la gente triunfa no quieren saber nada de San Pedro... Una ciudad pobre, abandonada por la administración central, dejada a su suerte, donde la única industria que hubo de siempre eran los ingenios (tostaderos de caña de azúcar) y las plantaciones. Aunque eso si, desde hace algún tiempo se establecieron allí, en busca de mano de obra barata las fábricas de la Mitsubishi y la Chevrolet, lo que seguro les suena si ya han escuchado “El costo de la vida”. Y por si quedaba alguna duda de su vinculación a San Pedro, den todas por aclaradas al escuchar “Guavaberry”, tema que empieza con una declaración de amor a San Pedro, sus calles y su ambiente jovial de cantos y danzas en el malecón, donde los primeros colonos ingleses que se establecieron en la zona bebían el licor que da título a la canción. Aunque puede ser que en realidad sí naciera en la capital y todo sea una leyenda urbana.

En ese caso, que le vamos a hacer, nadie es perfecto.
Prefacio

Tengo un sueño recurrente, aunque no ocurre ninguna acción ni hay imágenes en él. Ni siquiera es un sueño, ni me ocurre mientras duermo. Sólo es una sensación extraña que me invade cuando estoy relajado, que me traslada a un estado de aislamiento sensorial, y me hace sentir volátil, me hace sentir insustancial.

Es difícil describir un sueño que ni siquiera es un sueño, en el que no ocurre nada ni se puede visualizar. Es solamente una sensación morbosa, como estar palpando con la yema de los dedos la superficie de una gran burbuja inconmensurable. Todos mis sentidos se ven soslayados y mi conciencia anulada por esa presencia táctil, aunque inmaterial, que no viene ni se va, que ni está ni deja de estar.

Es una burbuja sin atributos, no es dura ni blanda, no es frágil ni resistente, sólo una superficie esférica de la que yo puedo intuir su presencia, pero no vislumbrar su naturaleza. No sé si es una esfera incompleta o sólo existe hasta donde alcanza mi imaginación. Mejor dicho, no sé si es una idea que existe sólo en mi mente, y como tal, una serie de impulsos eléctricos que emergen de mi subconsciente por la yema de mis dedos para hacerse comprender. O por el contrario, la manifestación insondable de algún ente material que escapa a mi capacidad de conocimiento. Esta no es una explicación baladí, en mi segunda entrada trataré una teoría matemática que puede dar sentido a esa frase.

Si fuera una idea de mi subconsciente podría ser muchas cosas. Puede ser una sensación de insignificancia ante el universo, o puede ser mi idea trascendental de la naturaleza como ser vivo omnipresente. Puede ser una capacidad de conectar con mi yo interior y desconectar de la realidad sensorial en momentos de inactividad. Pero también puede ser una tensión nerviosa trasladada por la bioquímica de mi piel y por lo tanto no ser nada en absoluto.

Para resolver el misterio, planeo utilizar esa burbuja sensorial y ponerla en relación con interesantes teorías científicas, filosóficas y sociológicas. Aprovechar la burbuja para dedicarle entradas a importantes obras literarias, cinematográficas y musicales, sobradamente reputadas pero escasamente conocidas. Intentar así, por un momento, escapar de este mundo asombrosamente tecnológico que apenas nos deja tiempo para nosotros mismos, para sentarnos y disfrutar de nuestras pequeñas burbujas sensoriales.

Y por supuesto, otro día hablaré de la burbuja inmobiliaria.